Sonidos con colores

La perfecta armonía de coincidir

7/24/20242 min read

Con el pasar de los años fui ratificando el color de los sonidos, esos que vienen acompañados con lo que llamamos música, esta perfecta armonía de las melodías, las letras, las coplas y las rimas que llegan a perforar el alma cada vez que una de esas estrofas llegan con total prepotencia a invadir todo nuestro ser.

Luego empece a tener cita con los sonidos y colores de lo que no puedo escuchar, todo aquello que llena las pupilas  con solo imaginar a que sonaría, miraba una guitarra tallada en un árbol y solo pretendía en mi mente e imaginación ponerle acordes, mientras contemplaba dicha escultura balanceaba mi cuerpo cual sonido del violín ese que me cautiva y me teletransporta no se a donde, pero que de seguro en alguna de mis experiencias humanas fue parte de mis días.

Las experiencias sensoriales como parte de mi historia, de mis días, de esta melomanía que acompaña mis días por que de una u otra manera el sonido de un todo y hasta del silencio acompañan mi respiración, es como esa vitamina que devuelve el sentido a las cosas, al instante en que por ahí decido perderme en la realidad social que nos gobierna.

Las letras desbordadas de verdades, de indirectas y de todo aquello que soportamos en este proceso de sentir, de ser, de no ser, esta parte de un pasado o presente y claro que si, de un futuro inexistente, pero que de una u otra manera se apodera de las emociones del ahora, de esta macabra forma de destrozarnos los sentidos cuando nos identificamos con ese humano valiente que plasmo penas o alegrías de manera tan perfecta que aun con daños a terceros nos permite reconocernos.

El poder de la melodía del silencio cada vez se vuelve mas elocuente, mas aun cuando camino por un bosque, cuando escucho todo lo que la naturaleza tiene para contarnos, cada una de esas historias que el lodo nos cuenta cuando a pies descalzos dejamos que la energía se renueve y como arte de magia aterrice los miedos y los distorsione de forma tal que se evaporan como el agua en el pavimento de la carretera mientras regreso a la ciudad.

Días como esos, los que están libres del prejuicios, de las exigencias de estar en la metrópoli, son los que me permiten encontrar la armonía de coincidir, ya no solo con esas almas viejas que comprenden mi sentir, sino con todos esos años a cuestas de quienes han emprendido un viaje similar, aquellos que han aprendido a no negociar con el karma, con la dualidad de la vida y solo han podido rendirse ante el propósito mayor de la vida, sin una verdad absoluta, los que llevan la bandera de sentir un día a la vez, lejos del temor de las interpretaciones absurdas de un concepto, de una estructura o un sistema de creencias.