Siendo parte del ahora
Evitando lo que no existe
9/6/20242 min read


Dentro de todas estas experiencias que la vida misma me permite experimentar, parece casualidad o causalidad que ciertos momentos se conviertan en memorias permanentes, espacios que se crean con la complicidad de coincidir, es como ir por la carretera sin mayor prisa en una mañana de sábado, sin un rumbo fijo, sin tráfico, sin ninguna expectativa de que haga sol, llueva o que por esas extrañas cosas del destino aparezca un arcoíris en el medio de la nada, como preguntando si el propósito no es otra cosa que este instante en que las charlas se desbordan despertando la curiosidad innata que tenemos de aprender.
Somos fieles oyentes y creyentes que las palabras pueden contarnos desde un pedacito de vida hasta un cúmulo de experiencias en ausencias, que nos llevan a un universo completamente ajeno, pero que a su vez llega plagado de matices, que de una u otra manera parecen encajar en este preciso instante de paz y armonía en la vida, preguntándose de forma inquieta de que van estas nuevas olas que nos sobrepasan las expectativas que hace un tiempo parecían reprimidas y pausadas, sin cabida ni morada dentro de un refugio de paredes altas con todas las sirenas encendidas.
Apenas logro visualizar un mañana y es ahí cuando me pregunto si acaso he aprendido aceptar el ahora, esta sensación de liberación, la misma que este instante me permite desprenderlo todo hasta lo aprendido, como renovando las ideas, las sensaciones y las oportunidades, permitiendo quedarme únicamente con lo que cabe entre las palmas de mis manos. Dejando un espacio abierto, total e infinito a esta conciencia despierta abundante del presente.
Rebobino la vida y en ocasiones me ahogo de pasado, de historias y relatos que abren un espacio a las memorias del olvido, entre el silencio de la timidez voy enfrentado a mis inseguridades, permitiendo acariciarme el alma, perdonándolo todo y recibiendo en abundancia todo aquello que hace tiempo había rechazado.
Entre estas subidas y bajadas, aceleradas y frenadas, voy sintiendo que la vida sigue yendo bien, que el orden universal y su propósito camina de mi mano, lo que me permite re encontrarme con el frio de la noche como una perfecta excusa para acariciarme el alma y entregándome un par de segundos con respiraciones complementarias para apenas aceptar una vez mas, todo aquello que tiene fecha de caducidad.
He brindado por la vida, multiplicando las horas por días, he podido saborear nuevos amaneceres mientras los parapentes siguen saludando mi ventana y pese que la luna se ha marchado en las noches de bohemia, vamos reconciliando viejos sentimientos que por un tiempo mantuve dentro.
No se que ha pasado con las horas, mucho menos con los minutos, escasean los relojes, la vida va sin las alarmas cotidianas, solo hay eco en el silencio, entre las luces de mi cuarto, se regresan los recuerdos, yo no atino a comprenderlos, sin embargo me estremezco.
Aun queda la noche, la ciudad se duerme, el silencio nos gobierna, la batería se va agotando....voy abandonando a la memoria, bloqueando cada idea que regrese sin permiso y evitando así sentirme pasajero.
Se acaban las paginas de este libro, no se si estas primeras 6 son suficientes... o, quizás, tan solo al llegar a la número 13 sea suficiente para devolverme el sentido y la pertenencia, retomando la certeza de haber entregado todo en cada instante compartido.