Saber elegir
Sin abandonarse
9/9/20243 min read


Pensaba el otro día mientras escuchaba y recordaba las mil y un historias que siempre tenemos para contar, como la vida fluye de maneras contradictorias en cada uno de nosotros, siempre lo hace, aun cuando pensamos que no, lo que quizás nos desacomoda el presente es cuando la incertidumbre gana el partido, cuando lo que se recrea, se repite y muestra, es nuestro pasado con todas aquellas situaciones que nuestros antepasados no han podido resolver y ante ello la innegable necesidad de enfrentarnos casi, casi sin muchas armas a evolucionar a golpes, porrazos y poca información disponible.
Vamos tomando decisiones sobre lo que no podemos controlar, sobre lo que nos gustaría que fuese y sobre todo aquello que sentimos merecer. Fuimos desarrollando con el tiempo esta extrema seguridad de arriesgarnos a todo lo que la mente volátil nos invita, apagamos la intuición muchas veces, lo hacemos desde la nobleza de sentir, de experimentar y encontrar esa gratificación que ya no importa si dura mucho o poco, es solo el querer sentir, estar y pertenecer.
Es por ello que siento que nos abandonamos, permitimos que nuestras elecciones tengan aristas diferentes a nuestro sentir, nos acomodamos en el espacio de la gente, de las empresas, de los clientes, de la moda, de las tendencias y de todo aquello que compone la sociedad con tal de pertenecer, ser visto y trascender entre cuentas bancarias, objetos que adornan un espacio, marcas y conceptos de alguien mas, que en teoría tiene la razón.
Nos volvemos un número mas, nuestro limite es ese, somos parte de un todo en tanto en cuanto nuestro aporte satisfaga las necesidades y expectativas que tienen para con nosotros, conformamos un gran circo al estilo romano donde nos convertimos en protagonistas de historias mal contadas y de momentos ajenos a nuestro sentir.
Me pregunto como saber decidir, sin abandonarse?, como hacemos para dejar la ventana abierta de manera que podemos salir volando cuando las energías sean dispersas y las voluntades se consuman entre exigencias de un capricho, de un ego o de una simple y sencilla forma de usarnos nuevamente a conveniencia.
Somos producto de resultados, de matemáticas y de la elocuencia de alguien mas que con el tiempo permitimos que vayan delimitando nuestros caminos, horarios, días libres y hasta como debemos ser etiquetados y cuando por alguna razón algo llega a su final, dejamos dos vistos sin color, sin esa reciprocidad de un hasta luego y el sincero deseo de bienestar futuro.
He escuchado mil veces el trata como quieres ser tratado, como te ven te tratan y así un sin número de dichos que la sociedad actual propone para establecer un orden, un lineamiento, esta línea a doble vía que podemos circular con el cinturón de seguridad abrochado, con el airbag en los 4 lados y el eco susurrando en el oído ve a mi ritmo.
Fue así como me di cuenta, cuantas veces he podido abandonarme, esos recuerdos de vida en la que la elección principal fue todo lo ajeno a mi sentir, como con el tiempo me convencí de que la incondicionalidad se suponía debía darse de manera recíproca, sin pedirla, como un acto de gratitud constante, de reconocimiento y estima propia por lo entregado.
Cuestionaba como el que mas, los tiempos y los límites que se deben tener para evitar caer en este abismo de nostalgia futura ante lo posible, lo evidente y lo incierto. Me metí con mi pasado, le pedí que regrese para medirnos, rencontrarnos y llegar a mejores acuerdos donde se equilibre la única dualidad que comparto: el dar y recibir, esta forma imperfecta e inexacta que tenemos día a día de compartir respiros dentro de un mismo espacio.
Ante ello, he prometido no abandonarme, no dejar a un lado o pasar por alto todo aquello que mi intuición me revele, aprendiendo a mirar en el espejo mi rostro y reconocerme como lo mas importante que cuidar, sanando mis heridas, alimentando mi alma con cada anhelo que se cruce en la autopista acelerada de mis emociones, actuando desde mi verdad, desde mi sentir, permitiendo que la esencia se manifieste en cada palabra que escribo, en cada verso que rimo o en cada beso que imagino.
Voy eligiendo cada día nuevos espacios, otros motivos y lugares para encontrarme plenamente, sintiendo cada latido acelerado de otro pecho, dejando que los números no se roben lo vivido, no abran brechas, no tengan la osadía de llegar al alma para incomodarnos los sentidos.
Me propongo firmemente no dejar de sentir la paz de mi presencia, de esta compañía que con los años he formado y ha trascendido a este exacto momento en el que el silencio eleva el volumen, como queriendo invitarme a confrontarme, a buscar motivos para imaginar sendas distintas, regresándome al pasado sin aviso y sin permiso.
Sigo afirmando y manifestando la calma de mi conciencia, el poder de las decisiones y elecciones, que todo este espacio construido va acorde a mis ilusiones y que esas sensaciones que provocan las mañanas al sentirme afortunado de sentir a plenitud mi presencia, es una grata consecuencia de una vida en armonía.