La breve desconexión de un viaje

Un abrir y cerrar de ojos en Guatapé

11/12/20233 min read

Para muchas personas dentro de las que me incluyo, viajar es ese breve espacio de soltar la seguridad de lo aprendido, de nuestra tierra, de nuestras raíces para poder enfrentarte a esas otras culturas y regiones del mundo que las has visto en redes, películas o te las han contado y es ahí donde para muchos nace el deseo de estar ahí. Los propósitos siempre serán únicos y cada uno de ellos respetables como tal, pues al final de día las historias son contadas desde la perspectiva y sentir individual.

Viajo desde que tengo 19 años, lo que quiero decir es que me gusta viajar o disfruto mas de viajar desde esa edad en la que inicié mi periplo por la vida, es algo que automáticamente me desconecta de las preocupaciones cotidianas y del saber que hay algo que cumplir o hacer, cruzar la manga en un aeropuerto es como una pastilla que te hace olvidar del suelo que estas dejando y te permite sentir la libertad de descubrir algo más, eso que la vida te tiene preparado para ponerte a prueba, para reconocerte.

Cada lugar deja una huella en nuestro camino, cada color y aroma, marca un antes y un después en la comida, las casas, las habitaciones y como no las personas con las que puedes tratar en un viaje, en este ultimo me llevo las gratas sonrisas de la gente del Guatapé - Colombia en el hotel Zócalo Campestre, la manera de recibirnos como turistas en un día no tan tradicional me deja gratos momentos vividos en especial con las chichas de la recepción a las cuales nunca les faltó una sonrisa para atender requerimientos especiales que tuvimos aquel día.

El lugar es impresionante, a los pies del peñón se tiene la mejor de las vista del lugar, de lago y claro que si el estilo campestre lleno de colores hace que automáticamente se genere una sonrisa en nuestros rostros. Llegar es supersencillo todo esta señalizado, un poco intimidante es la subida en una calle de piedras muy empinadas que hizo suba en primera marcha y con velocidad. Al final se nos hizo gracioso por que luego al bajar caminando no era para tanto.

La comida una delicia, preparada en ese instante por el chef que no super reconocerlos como Colombiano, me dio la impresión ser Venezolano, pero de cualquier manera todo estuvo espectacular, el sabor, los aromas, los productos usados tal cual indicaba el menú, todos los platos servidos al mismo tiempo y en temperatura apropiada, vaya que los disfrutamos.

Ya con energía queda todo listo para iniciar el acenso al peñón, un sol que castigaba nuestros intentos a cada paso, pues preferimos hacerlo de esta manera y llevarnos la experiencia completa. Ya en la cima, muchos lugares para comer, tomar algo, disfrutar de la vista de todo el lago y claro que sí los lugares para capturar en fotografías nuestro paso por el lugar. Subir las gradas del peñón no fue posible pues habían entrado en adecuación por algún incidente días previos, sin embargo nos queda el recuerdo del lugar y lo impresionante del mismo.

Al caer la noche, queríamos conocer el pueblo de Guatapé a unos 15 minutos en auto como mucho, como siempre la particularidad de los viajes y las anécdotas, justo cuando empezamos a salir para ir al pueblo, se fue la luz, y yo con 4 mujeres en el auto no tube más remedio que pasear dentro del auto en medio de calles totalmente oscuras sin luz , gente caminando y esquivando los autos, lo que me llamó la atención, es que ningún negocio estaba cerrado, todos sin luz, pero abiertos, como esperando que se restablezca la energía, sentí algo de seguridad de sus habitantes pues actuaban desde la normalidad, para nosotros claro que si mejor ir por resguardo y volver al hotel.

Ya ahí fuimos a una pequeña fonda por unos drinks, que sin luz se limitaban a ciertos cocteles, al mirar que todos los huéspedes estaban ingresando y esperando ser atendidos, nos contentamos con un par de cervezas, al cabo de una hora o algo así ha regresado el sistema eléctrico mientras el bar tender nos regalaba de cortesía un par de copas de sangría, las cuales las acompañamos con unos postres para matar el antojo de mis compañeras de viaje.

Las habitaciones increíbles, todo limpio, silencio total en el sector y como última anécdota los ronquidos de nuestra colega se llevaron el show de media noche, entre risas y algo de preocupación por poder dormir la noche se nos ha ido.

Antes de irnos, un buen desayuno fresco y con todas las ganas de volver con más tiempo pues el lugar se presta para hacer muchas más actividades.