Fechas de caducidad

El reloj de arena...

9/5/20242 min read

Las fechas,  los días, el calendario.......y si quizás la vida es un número, el mio sería 13, en una cuenta regresiva, cuando los números se vuelven más que elocuentes, el tiempo se vuelve más efímero de lo que ya de por sí es….miro el reloj de arena y pretendo que se detenga como si mirándolo pudiera cambiar las reglas de la vida, de lo que ya estaba escrito y cada uno de esos segundos que se empiezan a consumir como anticipando lo que debe finalizar.

El sol pega fuerte sobre mi cabeza y eso hace que piense y reflexione una vez más sobre estas pulsaciones que superan los 165 y sin subir por las cumbres que alguna vez pensé no volver a transitar. Es como ir descifrando el futuro, queriendo anticiparme a lo que ya fue sentenciado.

Qué manera de experimentar la vida, qué colores llenan las copas, no son los arándanos los que se llevan mi atención como antes, mucho menos la vela que está por apagarse después de haber sido testigo de mis dudas e inseguridades. Es el negro imponente de la silueta que retumba mis sentidos, el brillo del color plata bailando entre la dicha y aventura.

Me pregunto con total curiosidad qué he aprendido de todo esto? Vino acá para recordarme un tanto más que vivimos dentro de una esfera de resultados, esta matemática tirana de sumar y restar…el recuento de los años y los caminos recorridos y en ocasiones, pero solo en ocasiones, algo que multiplicar.

Como se resumen los días cuando el tiempo se detuvo ? Por donde se empieza, con que me quedo y que suelto? Hay acaso espacio en la memoria para negarlo todo? Una parte, un comienzo y evidente final?

Que libres que somos cuando coincidimos en este pedacito de tierra en donde estamos dispuestos a transitar por la vida aprendiendo a descubrir la inmediatez de los sentidos, esta forma plana de plasmar el futuro y perfecta para la individualidad y el reconocimiento pleno de un presente.

Siempre quedarán los recuerdos, las fotos y esas expresiones que no hacen justicia al lente de una cámara, una risa no documentada y un momento de frío para entrelazar las manos, las voces, los cuerpos y la magia de sentirse vivos.

Que las reflexiones no golpeen las mañanas, que se esperen unos días y ante la evidencia, me permitan seguir construyendo este espacio de regocijo para el alma, en conciencia, en certeza y en absoluta aceptación de un orden mayor, superior a mi comprensión, pero que sin duda es parte del camino que debo recorrer, aveces sin agua o con las medias puestas en la cama como sinónimo de intrascendencia.

Y así sin darme cuenta la mariposa, aquella que anduvo en mi mano y me miraba mientras mis ojos la adoraban, se ha marchado, como recordándome que dentro de toda esta transformación en la que me encuentro, hay momentos que se extinguen, que duran lo que los suspiros, enseñándome …o recordándome que nada es permanente …que todo fluye al ritmo del viento de quien ha elevado su vela y se ha decidido ir a surcar nuevos mares.