El utimo ticket
abandonando la estación
10/9/20242 min read


Hay despertares que asombran, colores que marcan un nuevo mañana y llenan las pupilas de naranjas, mi caminar es apurado pero lento de latidos, algo de conmoción interna marca las 6 am, tomo un café para poder sentir el aroma de la calma y avanzo entre la gente transitando entre sus sombras.
Subo al tren, destino fijo a 4 horas, empezamos a recorrer los caminos transitando a 300 km por hora, pero para mi apenas parecían caminar en la mente, en cámara lenta, mientras el alma va desbocándose sin control, sin poder hacer nada para comprender lo que estaba sucediendo.
Respiros entre cortados, tratando de escuchar….. algo más eterno que el silencio, las palabras faltan….no hay poder de comunicación, es como si hablara otro idioma, las voces eran esquivas solo labios balbuceaban algo que apenas podría comprender.
Me reconocí en la siguiente estación, era todo tan familiar ya había estado ahí, esa banca me recordaba aquella confesión que marcaba un antes y después como una noticia de un periódico de ayer.
No bastaban los versos, ni los esfuerzos, la elocuencia había decidido bajarse en esta estación, ya no me acompañaría al siguiente destino pues se había encontrado con el desapego el que estaba esperándola con un ramo de espinas que tanto le gustan, siendo íntimos y confidentes fue más fácil quedarse que continuar, sin reparos me retiro comprendiendo lo sucedido, entregando al destino todo aquello que he perdido.
Me despido dejando una puerta abierta, sin miedo abordo nuevamente el tren, vaya sorpresa me he llevado, en el asiento junto a mí espera la inteligencia emocional me mira fijamente de manera que no puedo evitarla, quiere conversar de algo conmigo, mi debilidad me delata y no puedo contenerme, rompo en verdades que llegan desde adentro creando desconcierto de un día al descubierto.
Mi reloj de arena ya no tiene granos, se detiene en el espacio, la tierra es plana y no tengo como flotar, en un instante todo lo que tenía se esfuma ya no son solo horas, se vuelven días que pasan mientras intento con perseverancia recordarle a la vida este presente innato y lleno de todo, eso que algún día era luz y coloreaba el iris del que tanto disfrutaba pero que ahora a decidido apagarse.
Qué fácil es perderse en lo incierto, la comida es abundante y sin embargo no disfruto sus sabores, los números me son esquivos, la concentración me abandona toma un viaje por la sierra guardando en la mochila un par de semanas que permanecen escondidas del recuerdo.
Estoy a punto de llegar a la última parada donde debo abandonar el tren, jamás pensé que sería tan corta esta travesía, con poco esfuerzo me dirijo lentamente ante la puerta, simulo estar presente entre conversaciones intrascendentes, ante la mirada latente de mis ojos al espejo como recordándome respirar lento.
Leo y vuelvo q leer, me pierdo entre los cuentos y el destino de los momentos donde el alma abandona al cuerpo….cierro los ojos como pretendiendo que al dormir todo pase, todo regrese a la normalidad esa que tanto había disfrutado.
Me he quedado sin aliento reconociendo en pleno desierto muchos espejismos con oasis de vacíos. Paro, me detengo y me abstengo, congelando el tiempo, entrego el ticket de regreso de colores azules que se quedan siendo grises ante mi último intento, me sostengo con firmeza al saber reconocerme como un todo que jamás sintió un miedo que se transforma en nada.