El tiempo perfecto

es el instante que acaba de terminar

8/11/20243 min read

Vamos por la vida haciendo planes, recordando el pasado  una y otra vez, como un aliciente o un gentil recordatorio de lo que hemos sentido o lo que deseamos llegue a nuestras vida, todos pasamos por este proceso que congela el presente y hace que cada vez sea mas desapercibido, para mi, es todo un reto el poder aceptar que el segundo que acaba de terminar fue lo mejor que podía haber sucedido.

La información llega con personas, lugares o películas que de inmediato captan mi atención y empiezo a sentir los mensajes que la vida tiene para este ahora, lo llamo así por esta capacidad inmediata que tengo de darme cuenta que aun respiro y en cada uno de estos latidos descubro la magia de estar presente, la que no permite ya, retractarme o arrepentirme de no ser, estar o hacer algo por un supuesto no consentido de que podría haber sido diferente.

Protagonistas de miles de historias que no se cuentan, que permanecen en el anonimato de la complicidad de los cuerpos, de los labios y de esos instantes en que la mente se detiene, las luces se apagan y lo que resta es fluir con los sentidos orientados por un deseo, sostenidos por la noche y la facultad que nos da para sentirnos libres, para despojarnos de ideas y prejuicios, de aromas y sabores, dando paso a la espontaneidad de todo lo imposible.

Me gusta la gente que encara la vida como es, en el instante, sin reservas, sin esas excusas de las que atraemos para justificar todas nuestras inseguridades, esas personas mágicas que dicen las cosas que sienten sin temor, con las que puedes compartir risas cómplices y recuerdos, un café, una cerveza y con quienes sabes que lo único cierto del momento viene a ser el ultimo respiro que hemos dado.

Encuentro fascinante el mundo del ahora como tal, como en determinando momento del tiempo podemos ser solo uno, sin competir, sin esa necesidad de sentirnos superiores o dueños de la verdad, cuando abandonamos la idea del ego y cada uno de esos arrebatos de grandeza que podemos llegar a sentir cuando topamos el cielo con las manos al hacer algo diferente, algo que trasciende y que quizás nos lo hicieron creer como único e irrepetible.

La música sigue siendo parte de mi presente, es alucinante como llego a conectar con determinadas canciones, es tan natural sentir la letra, dejarme llevar por la melodía y recordar toda esta parte romántica que habita en mí, como puedo llegar a fantasear con la letra, con el video, con los protagonistas y todo lo que ello conlleva. Bendita tecnología que me permite tener esa canción de la cual me obsesiono por que no encuentro otra palabra repitiendo una y otra vez con mis auriculares a tope y en total abandono del mundo exterior.

Sigo aceptando el hoy, esta realidad que acompaña mis días y cada una de estas decisiones de complemento, abandono, interés y desinterés que bordean las horas del reloj cuando siento que la noche se acerca y en teoría ya no resta nada por hacer que meditar y reflexionar sobre lo vivido. Voy de a poco cambiando mis pensamientos o mas bien dejando guardados algunos que ya no deben tener cabida, pues estaban consumiendo esa parte de mi presente que venía poniéndose a mi favor.

Es un domingo mas y como decía ese escrito que aterrizo en mi pantalla, es como un día para resetearlo todo, para poder callar la mente, como para volver a empezar, esas segundas o miles de  oportunidades que la vida tiene para darnos y que dentro de nuestra pasividad realmente no la valoramos. Un día para volver agradecer por lo vivido, por que ha sido suficiente para hacerme sentir vivo y recodarme que la vida va bien.