El arte de saber perder

La vida misma en si dándonos lecciones

6/8/20243 min read

En ocasiones como hoy, cuando comparto con muchos humanos que desconozco empiezo a comprender como es de compleja esta tarea de aprender a perder, y aun que sigo filosofando sobre ello, me vuelvo a preguntar "que es perder"? . Como podemos definir esta falta de, esta ausencia de algo que esperábamos y que de una simple manera no llega, por el simple hecho de estar fuera de nuestro alance, de nuestra acción y aceptación.

Ante toda esta lluvia de ideas, no me cabe mejor ejemplo que el fútbol, esta pasión que desborda emociones incontroladas y que nos lleva durante 90 minutos y un poco mas a ser eruditos en como se debe hacer una jugada, una forma de patear la pelota o como dirigir a 11 humanos hacia ese objetivo que a mi me haría o me traería un momento de éxtasis en el cual de una u otra manera me llego a sentir superior por que he ganado un juego.

Recuerdo mi adolescencia y claro, la jerga y la forma de insultar de las llamadas barras son las que marcan el camino de aquellos muchachos que de alguna manera han encontrado en estos días de fin de semana una ventana, un escape a todas aquellas frustraciones de día y día, algo que les da la facultad de poder abrir la boca sin reparo y pretender que con esas palabras que esbozan su coraje y desidia pretendan cambiar algo que en el universo no es permitido.

Al final del día cuando nos enseñaron a no tener, a dejar de poseer, porque perder? vaya que fuerte palabra es como que la atribuyo a que nos quitan algo, pero que? Si nada es nuestro, todo es relativo al tiempo, al espacio a ese momento que acabo lejos de nuestras expectativas y que de una manera perfecta ha tenido que dejar de ser parte de nuestro ego, de nuestra vanidad o de aquello que podría durante unos momentos alimentar ese pedacito de orgullo que nos hace sentir diferentes al resto.

La vida es como los juegos, solo que no nos han contado que tiempo dura, es una de esas estaciones del tiempo que vivimos y no llegamos a comprender del todo por esta misma adrenalina de sentir, de querer, de tener, de poseer, es esta gratificación istantanea que nos empuja a pedir a recibir y llenar espacios que de una u otra manera no nos pertenecen, ya que en el fondo todo aquello que esta hecho para nuestro porvenir, esta aquí, en esta pausa activa que hacemos a la vida cuando sentimos que nos han arrebatado algo, ese algo que nos cuesta aceptar que no nos pertenece.

Dentro de todo este espectro en el que me permito sentir algo diferente a mi ser, esos 90 minutos que me invade la incertidumbre, el drama y aquellas cosas que no dependen de mi, aprendo a sentir que la vida tiene aristas mas interesantes que ese tiempo de controversia, de enemistad y de incomprensión por algo que no es trascendente en la vida. Me permite de una u otra manera aceptar la idea de esta individualidad que nos gobierna en los días, esta que nos hace en ocasiones sentirnos dueños de la verdad al defender una idea, una forma de ser, unos colores que al final de un silbato, una elección o simplemente un día no se relaciona en nada con nuestro propósito de vida.

Es interesante compartir estos momentos, como los que acabo de vivir en la iglesia católica hoy por la mañana, en la que un sermón puede convertirse en una reprimenda, un miedo o algo que puede en algunas personas estremecer el alma, el aliento y poner en duda su fe. Estas experiencias que vivo hacen que comprenda un poco mas toda esta experiencia humana, tan llena de colores, de pensamientos, de miedos, de dudas y crisis existenciales que gobiernan el día de día de todos nosotros, estos transeúntes del espacio imaginario que llamamos vida.

Al final de estas líneas, la misma sonrisa esbozada en mi rostro por la gratitud de poder sentir, ver y no juzgar, solo observar, aceptar esos aromas y colores que son ajenos a mi sentir. Gratitud por haber tenido el coraje de enfrentar esos abrazos que con el alma entregue a varios familiares el día de hoy, gratitud por esas miradas y esas ganas de llorar de mi tío mientras me despedía y le deseaba lo mejor del mundo en su nueva aventura con el deseo de volverlo a ver pronto, en otro continente, pero verlo bien, ese hermano de mi papá que sentí en la fuerza de mi abrazo ese consuelo que por ser hombres se no es esquivo o limitado particularmente por esa idea que tenemos de aguantarlo todo.

La vida va bien una vez mas, y si alguna vez mi more lees estas líneas, solo sonríe, por que no tienen nada de tristeza en mi alma, es todo lo contrario, es esta sensación de sentirme cada día mas vivo, mas humano, mas vulnerable pero a la vez mas consciente de esta bendición que es poder respirar un día mas.