Acompáñame a no hacer nada

Arquitectos del tiempo

7/30/20243 min read

Pasamos la vida de un momento a otro, buscando nuevas emociones o quizás reeditar aquellas que al recordar vienen abruptamente a renovar el presente, estas que sacuden el alma para en teoría hacernos sentir vivos nuevamente, corremos por estar en actividad, ser productivos, optimizar el tiempo, no desperdiciarlo por que la vida es ahora cierto?. 

Y ante ello me cuestionaba y los que no hacemos nada extraordinario día a día, mas que respirar, trascender y sentir el aire frio de las mañanas como algo importante, que pasa cuando la vida entra en esta etapa diferente del estereotipo, cuando nos alejamos un tanto de las actividades sociales y familiares que supuestamente tenemos que hacer, ver, estar o sentir?

No digo que algo este bien o mal, muchas veces he hablado de la dualidad que nos gobierna y creo que en su momento todos debemos atravesar por estas lecciones de vida en las cuales vamos descubriendo nuestro propósito en esta experiencia humana que se repite y se repetirá una y otra vez mientas vamos viviendo y evolucionando con mas sentido de pertenencia.

Cuanto estamos dispuestos a sacrificar este espacio de introspectiva y solitud? como logramos compartir el no hacer nada y no aburrirse, existe acaso la forma diferente de acompañarse en el vacío, en la quietud? en estos espacios reducidos de personas donde se disfruta de aquello que es inmaterial?

Como es costumbre en mí cada amanecer es algo diferente, últimamente viene acompañado de una canción, de un recuerdo o quizás de algún pensamiento que a estado rondando mi cabeza, y claro que si, de personas que de una u otra manera han acompañado mi camino los últimos años y que por alguna razón hemos compartido el espacio de sueño de la noche.

Vamos construyendo el tiempo y el espacio, esos lugares que diseñamos  como arquitectos para aprender, tener o sentir y que todo vaya acomodando en este maravillo presente, desapercibido y en ocasiones irrelevante para el mas común de nuestros sentidos, por esta necedad innata de un algo mas.

Encuentro en cada momento que decido compartir un privilegio, es haber creado un espacio paralelo que nutre mi experiencia, que me permite ser libre y para con quienes decido dar lo mejor en esos encuentros, aquellos que rompen mis cadenas mentales del trabajo, de la filosofía o de todo aquello que se escapa de mi comprensión, aunque en varias ocasiones cuando estos encuentros finalizan y no existe uno adicional se escapa el sentido la gratificación y solo queda la incomprensión del por que no se repite.

Tuvieron que pasar varios años, personas, fechas y calendarios para poder comprender un poco mas el valor de la compañía sin la dualidad constante que nos gobierna, aquella que no se provoca o se hace por obligación, es esa que se manifiesta de inmediato cuando las almas se conectan y sin mas preámbulos deciden compartirse ya sea un segundo, un par de horas o quizás toda una vida.

Es maravilloso descubrir que la compañía empieza con uno mismo, haciendo las pases con la soledad y aquellos conceptos que distorsionaron su significado, entender que un espacio es solo eso, un momento que puede permanecer o desvanecerse en segundos, me hace valorar un tanto mas, las sonrisas compartidas, las caricias cómplices, las miradas caprichosas y toda la vergüenza que tenemos para no hacer lo que debemos, cuando tenemos una oportunidad en frente.

Sigo construyendo como un arquitecto mi tiempo, pero sin un reloj, una agenda o un calendario lleno de listas que deba cumplir como una meta o un propósito, hoy adecuo mi espacio físico a mi manera, a mis olores,  ante ello abro las puertas ha aquellas almas que han sabido reconocerme y han tenido la osadía de mantenerse pese a no comprenderme del todo, a quienes siembro incertidumbre por la forma diferente que tengo de pasar los segundos. A todos ellos bienvenidos a acompañarme a no hacer nada, haciéndolo todo.