30 días
Acariciando el alma
10/1/20243 min read


Contar los días no era habitual, era tan solo parte de estas fantasías que creábamos para recordarnos el inicio o el fin de algo, quizás cualquier excusa para poder justificar un motivo de celebración que nos permita mantenernos en pie y convencidos de lo que se ha decidido.
Ante ello una fecha marca un antes y un después, esta manera perfecta que tenemos de regresar a las fotos, al momento, al lugar y el día en el que decidimos hacer de la vida un espacio diferente, lleno de todo sin pedir mucho, descubriendo en la complicidad de encontrarnos las razones suficientes para renovar la idea que corre por las venas, la mente, cuerpo o el alma.
Lo genial de todo esto, es que desde el día uno, todo sigue fluyendo, marchando sobre un camino seguro, el mismo que me permite en autenticidad sentir a mi ritmo, el mismo que siempre me ha caracterizado para enfrentar estas oportunidades de desprenderme de la individualidad para compartir un presente, disfrutando de cada detalle con este atrevimiento y osadía que nos permite ir enumerando las noches y mañanas hemos ya compartido desde ese día.
Habernos encontrado no era casualidad, estaba ya escrito y así lo quiero plasmar en este recuerdo que se inmortaliza desde ese número de días que se nos escapa de la mente, ante la avalancha de momentos que hemos construido.
Cuanta complicidad hemos encontrado para colorearnos los cuadernos, en un día cualquiera como hoy, bastaron pocas horas, mientras que muy temprano por la mañana, sin destino fijo, un termo con café, sin prisa, descubriendo letreros que indiquen algún lugar desconocido, una abeja entre las montañas, una caminata sin agua, par de mariposas adorando el cabello, la sierra con el frio exacto e imprescindible como complice de una fogata, una botella de vino, las estrellas como testigos para que al empezar la noche una amaca nos invite a conocernos de manera tal que podamos llegar a decidirnos.
No imaginábamos acaso que ya no soltaríamos el aire, empezamos a decidir sin permiso, sin premisas ni motivos aparentes para pensar en algo eterno, los lugares no importaban 13 días en libertad, con un reloj de arena que marcaba un quizás, comidas y bebidas, lugares que plasmaban el inicio de una historia, que tenia como antecedente lo incierto, lo imposible, en especial cuando las maletas se hacían y con nostalgia veíamos llegar el día cero, aquel que lo habíamos evitado mientras decorábamos los platillos.
Mas allá de los retos, las preguntas incomodas, ese pasado que respira en nuestro oido cada vez que algo no coincide con lo que sentimos, viene la vida a movernos el planeta una vez mas, cortando los puentes que ya creamos, dejando millas que se cruzan con los usos horarios, con pasajeros del tiempo que llegan sin invitaciones, sin permiso, como para ponernos a prueba constante, ese espejo que nos mira, nos refleja y nos recuerda todo eso que en esencia somos, que esta a punto de revelarse.
Que fortuna el tenernos remando hacia un mismo sitio, dejando encendida la luz del pasillo que nos lleva a donde hemos decidido empezar una nueva vida, en un tiempo algo ya determinado, con las manos limpias y los acuerdos sobre la mesa, con esa confianza de abrir de par en par los sueños, las fantasías y cada uno de estos recuerdos que se van acariciando el alma, mientras seguimos caminando entre muebles, colchones y autos rentados.
Ya sin miedo, ni expectativa, vamos por los días reforzando un compromiso que no es mas que el que tenemos con nosotros mismos, ese que nos deja la paz de la noche, al dormir con el aire apagado, sin luz y con alarmas que nos recuerden que un nuevo día nos espera y de seguro con él una experiencia mas que contar en un día, acá, sentados en el balcón, sin ausencias o con muchas mas certezas sobre como vamos permitiendo fluir con la mejor versión de nuestro ser, en este presente, imperfecto, incomprensible pero tan lleno de ti, de mi y de cada uno de los espacios que estamos dispuestos a crear.
No parece que sea corto, ni tampoco extenso, a sido justo y sentido este espacio que construimos mientras nos descubrimos en pantallas y videos, entre aviones que nos llevan de una lado a otro, acompañando las ideas y materializando cada uno de los acuerdos, entramos en total confianza y compromiso propios de la esencia misma de nuestros sentidos, aun que aveces la llamamos dopamina.